SOBRE LA REPARACIÓN ESTATAL A LAS VÍCTIMAS DE LA MASACRE EN EL PABELLÓN SÉPTIMO

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El próximo 14 de marzo de 2023 se cumplirán 45 años de la Masacre en el Pabellón Séptimo de la cárcel de Devoto. Para entonces, probablemente, estemos en pleno juicio penal. Hablaremos, como abogadas querellantes, de responsabilidades de los tres imputados que hemos logrado que sean procesados: el ex director de la cárcel, el jefe de seguridad interna, el celador con cuya intervención comenzó todo.

Pero no es de ese aspecto del que quiero contares hoy, sino de la espera inhumana a la que el Estado argentino está sometiendo a los sobrevivientes y a las familias de los asesinados para ser reparados económicamente.

Lo voy a explicar de modo muy sencillo:

  • Las y los familiares de las personas asesinadas iniciaron sus trámites reparatorios en el marco de la ley 24.411, y todavía no han sido indemnizadxs. Los expedientes, según la última información que tenemos, están en el área de asuntos jurídicos del ministerio de Justicia de la Nación.
  • Los sobrevivientes, como estaban detenidos legalmente, «no entran» en la letra de ninguna de las leyes reparatorias. Entonces, han ido por vía judicial. Y el Estado, a través de los abogados del Servicio Penitenciario Federal, «niega todos y cada uno de los hechos», incluyendo la propia masacre que ha sido declarada delito de lesa humanidad, y que otra parte del Estado sí reconoce al aceptar las presentaciones de lxs familiarxs.
  • Como un intento de terminar con estas dilaciones, la diputada Mónica Macha ha presentado un proyecto de reparación específica para este colectivo. Duerme el sueño de los justos en algún cajón legislativo.
  • Mientras tanto, en los últimos tiempos, han fallecido por razones de enfermedad tres sobrevivientes: Víctor Vera, Rubén Franul, y Alberto Ricca.

Escribo esto, de modo sencillo y accesible y con una enorme cuota de tristeza e indignación, el mismo día en que me enteré de la muerte de Alberto Ricca, quien cuando tuvo que ir a declarar en el juzgado federal 3, durante la instrucción de esta causa, después de que logramos que se reabriera y luego de que se declarara delito de lesa humanidad, dijo lo que a continuación transcribo, y que lamentablemente ya no podrá contar ante los jueces y la jueza del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 5 cuando al fin lleguemos al juicio, y que no se pudo morir sabiendo que todo ese sufrimiento al menos había sido reparado por el mismo Estado que se lo provocó:

19 de marzo de 2015: Invitado por S.Sa. para que relate lo sucedido la mañana del 14 de marzo de 1978 en el Pabellón Séptimo, dijo: Bueno, a partir de esto, de ese incidente, al otro día, ya tipo 6 de la mañana, vinieron a buscar a la gente que iba a trabajar, a los talleres, la gente que va al palacio, eso dura una hora más o menos, vienen con lista, los nombran, se los llevan. Estaba luego de eso todo aparentemente normal. Como a las 8 de la mañana, más o menos 8 y media, por ahí, sonó el pito, gritaron de afuera “la requisa, todo el mundo al fondo” y entraron como tromba al pabellón todos los del cuerpo de requisa. La requisa, comúnmente tienen un procedimiento: entran muy rápido, bastante fuerte, y uno tiene que ir con los brazos atrás para el fondo, pero esta vez entraron mucho más, siempre eran 20 o 25 y esta vez entraron como 40 ó 50, como el doble eran, qué se yo. Venían con mucho más palos que lo de costumbre, más violentos, y parece que la cantidad mayor eran los de la volanta que le llamamos nosotros, que es el personal de choque que tiene la cárcel. Ese personal ese el justamente usan cuando hay problemas, para sacar gente o algo así de los pabellones. A los gritos de “el que se cae pierde, todos para el fondo”, muchos palos y ahí empezó la resistencia de nosotros, a no querer que nos peguen y la volanta, la mayoría entró por el lado derecho buscándolo al Pato Tolosa, a parte de la requisa que entró por el medio, este grupo entró por el pasillo del lado derecho de las camas buscándolo a Tolosa y ya le empezaron a pegar ahí dentro del pabellón, también al Francés y a los que estaban alrededor. Ahí empezaron todos ellos a defenderse para evitar que los saquen, ahí se pelearon entre los internos y los penitenciarios, empezaron a gritar “nos matan a todos, hay que sacarlos” y ahí empezaron a correr las camas y la requisa comenzó a replegarse, y la volanta también. En ese momento al Pato lo venían arrastrando por el piso entre dos empleados y él se aferró a las camas hasta que no pudieron arrastrarlo más hasta que lo dejaron y se fueron, mientras los del penal gritaban “vámonos, vámonos, se pudrió todo”, “salgamos del pabellón”. Cuando ganaron la puerta los penitenciarios, nosotros veníamos desde el fondo, cruzando las camas y empujándolas hacia la reja, echándolos a ellos, digamos, como defensa y ellos salieron, no había contacto porque las camas nos separaban. Ahí empezaron a tirar gases, empezaron las corridas, vino gente de la guardia armada por el pasillo, yo vi armas de mano, ametralladoras y varias pistolas lanzagases. Se escuchó gritos, de “arriba, arriba”, ahí subieron a la pasarela y empezaron a tirar gases vomitivos y lacrimógenos, inclusive, uno de los guardias, que estaba con los lanzagases, disparó a quemarropa al francés y al pato Tolosa, que estaban al ladito de la reja y si no me equivoco le pegaron al Francés Coderch en el cuello, él se lo agarraba y salió corriendo,  gritando, “nos van a matar, nos van a matar”. Ahí en ese momento yo me fui para el baño, yo había agarrado del suelo una camisa o pulóver y fui a mojarlo porque ya sentía los gases, para ponérmelo en la cara y taparme un poco. Ahí empezó que decían todos “los colchones, tapen con los colchones” y poníamos los colchones para tapar la reja, para tapar los tiros y los gases, para que no ingresen los gases. Ya en ese momento había tiros, los tiros no los íbamos a tapar, pero por lo menos le tapábamos la vista a los tiradores. Al principio tiraban tiros que parecían intimidatorios, que no pasaba nada, pero ya después empezó a gritar gente, “me dieron, me dieron”, uno gritaba que le habían dado en la pierna, ese era un muchacho del barrio de Flores, no me acuerdo el nombre, lo conocía porque ranchaba un poco más allá que yo. Algunos presos incluso se subían a las camas para poner los colchones y tapar las rejas de la pasarela. Esos presos que subían los empujaban del otro lado con los palos, y se caían, empujaban a los colchones y a los presos y tanto unos como otros se caían, así que también se golpeaban, porque caían de arriba de las rejas. Yo, por mi parte, empecé a patear gases, cuando yo salí del baño –había mojado el trapo con una pileta que tenía agua para lavar la ropa- vi que había montones de cilindros dando vueltas por el suelo dando por el suelo largando ese gas naranja horrible, cuando los cilindros atravesaban los colchones de gomaespuma, o pasaban por el costado se encendían los colchones, era algo muy rápido porque los colchones prendían enseguida, se hizo una llamarada que tocaba el techo. El cartucho de gas es un cilindro que tiene cerrada la punta y cuando se abre sale un chorro de fuego que hace salir el gas y eso cuando tomaba contacto con los colchones los prendía y prendía fuego las mantas también, todo lo que había en el piso.  En ese momento todos corrían de acá para allá, muchos tiros, escuché a un guardia cuando estaba en el borde del comedor que decía “tirá de a uno”, primero se tiraban ráfagas y luego tiro a tiro, me parece que ahí ya apuntaban a la gente, y de afuera también tiraban. Ya no eran tiros intimidatorios, porque al tirar tiro a tiro era ya como selectivo ya. Aparte ya había mucho herido de bala. Bueno a todo esto, el piso era un caos total, nos tropezábamos con nuestra comida, agua, azúcar, había kerosene, calentadores, y todo lo que había en las burras se había caído al suelo o lo habíamos tirado. Ya casi no se veía por el humo, no se podía respirar por lso gases, yo me caía cada dos metros, me tapaba la cara, la boca con la camisa o buzo mojado que tenía, me ponía contra el piso boca abajo a respirar y había un grupito que estaba cerca de mí que gritaba “a las ventanas a las ventanas” y otro que decía que “No, que están tirando de afuera” y ya no se veían las ventanas porque el humo estaba saliendo, se veía el humo tapando las ventanas al salir, era terrible eso. Había muchísima cantidad de gases en el piso –unos 40 ó 50 cartuchos- que tratábamos de taparlos con mantas, tirándolos para el lado del pabellón y donde había derrame de kerosene también se prendía fuego el kerosene así que por todo el piso ya había focos de fuego. Yo habré tapado unos 4 ó 5 gases y pateado otros cuatro o cinco, el tiempo que pude, porque luego ya andaba en cuatro patas, tirado en el piso, con vómitos, lágrimas, dolorido, no podía ver, y estaba ya bastante quemado. En un momento me incorporé y me dirigí hacia las burras que son unas repisas que estaban hechas de cemento, adheridas a la pared, debajo de las ventanas del pabellón, y había unos compañeros que estaba ahí subidos, que me decían “subí, subí”, eran el Guampa y Daniel Menta, y yo les decía “baja, baja”, porque estaban tirando tiros de afuera. Conmigo abajo estaba Horacio Santantonin. Luego el Guampa me agarró de la mano para que suba, pero se le aflojó la mano y cayó al piso, flojo, y luego me enteré, con el tiempo, de que había muerto de un tiro. Me enteré después porque medio que después nos separaron a todos, en distintas cárceles y hospitales. Preguntado por S.S.a para que diga si recuerda el nombre del interno apodado “el guampa”, dijo: que no, me enteré después que falleció y me parece que fue en esa situación que relaté. Daniel Menta también falleció ese día, estaba al lado del Guampa también. Él también se cayó de arriba, pero no sé. Había muchos que también seguían subiendo para poner colchones en la reja y se caían o porque los empujaban o porque se prendían fuego los colchones. Ya después fue un caos, fui para el baño para ver si conseguía más agua, y luego me tiré al piso para poder respirar porque el aire caliente te entraba al respirar y te quemaba por dentro, yo me quemé ese día los alvéolos, además de las quemaduras de la parte de afuera del cuerpo, la manos, la cara, las piernas. Y muchos gritábamos que abrieran las camas, las puertas, muchos éramos gritando eso, y ahí ya la policía se fue, con los colchones ardiendo la policía se fue, la goma espuma prendida chorreaba ardiendo, y no se podía respirar. Era todo silencio, se habían ido todos de la pasarela, estábamos nosotros nada más y el fuego. No abrieron más, pasaron unos 40 ó 50 minutos, donde uno no podía estar, yo me desmayé, luego me desperté, me volvía desmayar, sólo se veía el humo, el calor irrespirable, el piso era todo vómitos, sangre, pellejos humanos, cadáveres, ya en ese mismo momento tenía que haber unos 40 muertos seguro. A título aclaratorio, quiero decir que la gente que empezó a subir a las ventanas al principio fue para pedir auxilio y para pedir ayuda a los otros pabellones para que se plieguen porque nos mataban a todos, hubo alguien –no recuerdo quién- que dijo esas exactas palabras, ahí fue que empezaron los tiros desde afuera. Había uno que se ve que tenía un conocido en el pabellón octavo, que le gritaba que se plieguen, que nos mataban a todos, pedían que hagan fuerza, pero ahí empezaron los tiros.————————-

La policía yo pienso que ni se acercaba al pabellón porque no podían ingresar porque estaba el fuego en las puertas y del otro de las camas estaba todo el fuego. Al cabo de ese tiempo, yo escuché que se decía hay que abrir hay que abrir y otro que decía no se puede, está todo hirviendo, otros decían no se pueden correr las camas están trabadas. Ya en el último tiempo se ve querían ingresar a abrir pero no podían. En ese momento se fueron de nuevo un rato, no se escuchó más nada, por unos 5 ó 10 minutos y ahí me parece que tiraron un poco de agua para enfriar las camas y poder entrar. Y ahí abrieron las rejas y empujaron las camas, para poder ver y entrar, pero no se veía nada por el humo, pero yo escuchaba todo, estaba cerquita a unos dos o tres metros, pero no veía nada y ya no tenía ni fuerza para pararme. Bueno, ahí, al rato, no sé qué pasó pero perdí la conciencia, yo estaba boca a bajo y escuchó que decían “éste está vivo, esté está vivo” y sentía que me pateaban al costado. Ahí entre dos o tres empleados me levantan y me arrastran para afuera. Vi un poco el panorama, que era terrible, un infierno y cuando traspuse la reja, me pararon y me decían “podés caminar, podés caminar?” y un empleado me dobló el brazo atrás de la espalda y me agarró del cuello y me dice “corré y no te parés, porque si te caés sos boleta, yo te voy a ayudar”, esas últimas fueron las mejores palabras que escuché en mi vida. Salimos de esa forma a la carrera, entre dos hileras de penitenciarios que me pegaban con palos y patadas en todo el pasillo y la escalera hasta el calabozo de emergencia. Ahí el piso también estaba todo mojado. Este penitenciario que me llevaba me bajaba la cabeza para que no me pegaran y me decía “dale, dale, no te caigas, que no te peguen, dale”; ahí estaba lleno de milicos que nos pegaban, así tengo una herida en la pierna, la pierna derecha de casi la pierdo, todavía la tengo jodida. Ahí llegamos a los calabozos de emergencia y había muchos dentro de los calabozos así que no cabíamos más, había gente en los pasillos, tirados, sentados y ahí empezaron a llegar médicos y enfermeras. Puteando ellos “qué les han hecho!?”, “por qué no nos dejaron entrar antes?!”, esas cosas decían. Ahí había algunos bomberos también. Bueno, ahí me desvanecía a cada ratito, después me vi en una camilla, me estaban curando, me estaban poniendo como un líquido rojo en las quemaduras, con unos aerosoles, también tenía suero. Y de ahí nos llevaron en ambulancia y terminé en el Hospital Piñero. Eso me acuerdo yo que fue, habrá estado cerca de una hora en toda esa situación. Desde que entre a emergencia hasta que nos llevaron a la ambulancia habrá pasado una hora, no lo sé porque me desvanecía, pero por lo menos ahí estábamos atendidos, ahí ya basta de palos y de fuego por lo menos. Me desperté entonces en el Hospital Piñero, nos pusieron sedantes y todo eso también y cuando me despierto en el Hospital, estaba todo vendado, acostado en una camilla boca abajo y largaba flema constantemente por la boca y tenía un balde debajo de la camilla. La camilla tenía un agujero para la cara y yo boca abajo veía el piso y un balde donde caía mi flema. Ahí me dijeron que me quedara tranquilo, que estaba bien, que había estado en coma. Luego cuando vinieron mis familiares fue que me enteré que había estado tres días en coma. Después al poco tiempo me pasaron a una sala común en el Hospital y cada dos o tres días me anestesiaban y me llevaban al quirófano para curarme, eso fue durante unos 2 meses, y ya después empezaron las curaciones solas y después ya terminó todo ahí. Después me llevaron al Juzgado y luego a la Unidad 20, ya no volví a Devoto.—————————